En el principio era el verbo. Pero antes del principio, el mundo existía sin lenguaje. No habían repeticiones, ni conceptos para asociar objetos similares. Todas las cosas y eventos se hallaban solos, perfectamente únicos. Por eso, se podría decir, las cosas eran más reales. Su presencia era inmediata: sentida en vez de conceptualizada. Y si alguna vez se vislumbró el infinito, fué por observadores sin lenguaje enfrentados a la singularidad de esos objetos.
Es en ese tiempo —en ese verdadero principio— donde las nuevas pinturas de Jerónimo Rüedi tienen lugar. Al principio el mundo era completamente real es la más reciente investigación de Rüedi sobre los procesos de significación. Aquí, el artista da la espalda por completo a los mecanismos de representación históricamente consensuados. En cambio, opta por una idiosincrasia sin complejos, desarrollando una imaginería crudamente personal de la experiencia prediscursiva. Si el lenguaje es una convención que, además de permitirnos comunicar lo que vemos, determina nuestro modo de ver, la negativa de Rüedi a pintar de manera convencional es su forma de invitarnos al estado de novedad y desconcierto que él deduce de tal estado puro de visión.
A lo largo de su carrera, Rüedi, experimentalista riguroso, ha seguido la intuición personal y la curiosidad en vez de las tendencias, desarrollando un vocabulario técnico y estilístico en constante cambio a la vez que inconfundible. Su trabajo ha evolucionado en una búsqueda perpetua de nuevas texturas, herramientas y filosofías de la imagen. Aquí, su visión de la experiencia presimbólica, pintada con la ligereza de un cartoon, se expresa a través de gestos abruptamente interrumpidos, campos atmosféricos nebulosos, y líneas frenéticas y extrañas. Más aún, para la ejecución de las obras emplea deliberadamente herramientas concebidas para otros usos. El aerógrafo, típicamente utilizado para crear efectos ilusorios de trampantojo, se usa aquí en contra de tales gestos realistas. La pintura automotriz sirve para crear fondos sin textura que permiten que hasta el gesto más mínimo destaque en un relieve insólito.
El resultado es un universo de puro impulso y sugestión. Hay objetos de nuestro mundo, pero sólo insinuados parcialmente. El proceso de representación en la obra se centra más en su tendencia a alejarse del representar que en la representación misma. Tan pronto como algo reconocible comienza a tomar forma, el gesto se corta abruptamente y el objeto queda truncado. Las figuras son a la vez provocativas, divertidas y enigmáticas. ¿Son marcas abstractas? ¿Letras asémicas? ¿Criaturas extrañas que Rüedi ha sorprendido en el acto de ser? Independientemente de tu respuesta, estas marcas parecen cobrar vida propia, organizándose en comunidades de formas con personalidades y voliciones que juegan con la imaginación del espectador.
Aunque sabemos que deberíamos esperar lo inesperado, el trabajo de Rüedi nos toma desprevenidos. No consiente a nuestra forma de mirar, sino que nos desafía a ver las cosas desde ángulos nuevos y, a veces, incómodos.
Entonces, ¿cómo veíamos el mundo antes del lenguaje? En Al principio el mundo era completamente real, Rüedi nos invita a volver a este principio, al principio verdadero, donde las cosas no significaban más que su propia presencia. Deja que te hablen, en su propio lenguaje sin palabras.
—Kit Schluter