La Galería Nordenhake de Estocolmo presenta al pintor Jerónimo Rüedi, nacido en Argentina y residente en Ciudad de México. El título de la exposición, Khōra, es un término filosófico introducido por Platón y explorado por Derrida, Heidegger y Lacan, entre otros. Define un receptáculo, un espacio o un intervalo y sugiere un lugar de apertura y potencial.
Rüedi utiliza un aerógrafo para crear espacios liminales en la superficie de sus lienzos. Con esta herramienta puede dibujar y garabatear a pequeña escala, así como plasmar grandes franjas de tonos profundos en transiciones graduales.
A pesar de su virtuosismo, Rüedi le de la bienvenida a lo involuntario y lo inesperado. Siguiendo la tradición del dibujo automático, sus garabatos no se generan por diseño. Contienen algo de las irregularidades indiscriminadas de los Subway Drawings de William Anastasi, pero sin la espasmódica intensidad urbana, y la representación subconscientemente desmantelada de Joan Miró, menos el animismo primitivo. A punto de tomar forma permanente, las marcas de Rüedi son transitorias, como chispas de hoguera en la oscuridad, o el rastro de un caracol serpenteante sobre una roca y el movimiento errático de un vaso sobre un tablero de Ouija.
Su proceso está estrechamente relacionado con la filosofía y la práctica de la meditación. Siguiendo la máxima de John Cage de apartarse del camino, Rüedi quiere dejar que las cosas se manifiesten e intervenir lo menos posible. Las pinturas pueden entenderse como un intento de observar la cognición antes de que se convierta en pensamiento cristalizado; la concepción antes que el lenguaje.
Siguiendo un proceso de cambio e impermanencia, los cuadros de Rüedi están en un estado constante de nacimiento. Cada cuadro es una aparición que toma forma. Cada uno sugiere un intento de capturar el humo.